Mi padre era cabezón como pocos al mismo nivel que lo era de humilde y de noble. Recto y austero a veces, tierno e irónico otras, práctico. Sustituía las muestras de afecto por el regalo de sus bienes más preciados, todo cuanto recolectaba, era para los más queridos.
Hay adultos que siguen infantes sin darse oportunidad de evolucionar y aceptarse como son, los caminos de mi padre lo hicieron crecer y era sabio a sus 66 años, porque había tenido oportunidad de vivir muchas vidas, de nacer en el campo, crecer entre almendras, trigo y olivos, de tener compañeros de viaje excepcionales en su infancia, de contar con un genial hermano mayor con espíritu emprendedor y voluntad de empresario, de asumir joven una gerencia de un proyecto de éxito, de crecer, de invertir en otros proyectos, de caer a un precipicio, de levantarse, superar problemas, aceptar cambios y de preparar el camino sereno hacia la madurez. Más